Siempre leo poesa antes de ponerme a escribir Foto Catalina Bartolom
“Siempre leo poesía antes de ponerme a escribir” / Foto: Catalina Bartolomé.

“En todos los cuentos pensé que había una cáscara de protección que se resquebrajaba, se rompía y entraba el caos”, cuenta la escritora argentina Ernestina Perrens sobre la columna vertebral de “Cáscara negra”, un libro de 10 relatos publicado por la editorial Paradiso que le sigue a su primera novela, “Tacurú”, pero que esta vez su escritura elíptica invita a la búsqueda de múltiples interpretaciones y a indagar en las reflexiones cruciales que se alojan en las situaciones más cotidianas.

Perrens (Buenos Aires, 1965) publicó en el 2021 Tacurú, su primera novela sobre una mujer que debe hacerse cargo de un campo que recibe como herencia a la vez que busca reconciliarse con su pasado. “Cáscara negra” le sigue a esta publicación pero su recorrido en los cuentos comenzó mucho tiempo antes. En 2012 fue finalista del concurso Ángel Ganivet con el cuento “Paulina” y también obtuvo el tercer premio del Concurso organizado por la Legislatura Porteña por su cuento “Murales”.

En diálogo con Télam, la escritora relata que enfrentó el temor que le causaba publicar luego de “Tacurú”: “Fue cruzar un umbral, hacerme visible, hacer algo con el miedo y transformarlo en algo que pudiera abrir la obra, generar lazos, ponerme a circular. Una vez cruzado ese umbral, me fue más fácil con ‘Cáscara negra’”, explica.

Perrens indica que algunos cuentos tienen “alrededor de 15 años” pero que -aunque fueron escritos en distintos períodos- tienen “una música similar”. Además, confiesa que se trató de un libro que tuvo que decidir terminar “si no sentía que podía ser eterno, que podía seguir corrigiendo y agregando”.

En “Cáscara negra”, los relatos tienen la dosis justa de omisiones para que el texto se abra a múltiples conjeturas sin resultar críptico.

De esta manera, “Algo de la eternidad” puede tratar sobre un grupo de amigos que viajan a la montaña o bien podría ser sobre el deseo de detener el paso del tiempo para que los cuerpos y los vínculos no se deterioren. O “Murales” puede contar tanto la historia de una joven que pinta murales como una historia familiar trágica.

Telam SE

– Jugás mucho con las expresiones tácitas o lo que queda sin decir en los cuentos. ¿Cómo hacés ese trabajo?
– Los cuentos, paradójicamente, son un lugar en el que por suerte me siento menos a salvo. Me permito perderme para que la realidad se rasgue y aparezca otra cosa. Eso que aparece me hace fracasar toda la idea que yo tenía antes del cuento y me da mucha felicidad cuando eso ocurre. Esos lugares de silencio son los lugares donde entra el otro, el lector, porque son extraños para mí y supongo que son extraños para el otro. Lo más difícil es saber transmitir el misterio. Tiendo a ser críptica, a silenciar y a veces lograr ese equilibrio es difícil.

– ¿Qué reflexión hacés del cuento “Algo de la eternidad”, sobre las tensiones entre la juventud y la vejez o sobre cómo se perciben estas dos etapas?
– Tenía la imagen final sobre algo que se reparaba y que excedía el paso del tiempo, la vejez del cuerpo, los vínculos que se deterioran, y algo que podía trascender todo eso. Esa eternidad no me da miedo, me parece maravillosa, tiene que ver con algo de la trascendencia a cualquier edad.

– ¿Cómo?
– Hay mucho miedo a la vejez, al cuerpo que ya no es, los amigos que ya no son, lo que el paso del tiempo deteriora. El paso del tiempo está en mi obra y en ese sentido creo que ese instante de eternidad salva a los personajes.

– Por momentos los cuentos resultan muy poéticos ¿Tenés una relación con la poesía?
– El otro día me preguntaban eso y contaba que siempre leo poesía antes de ponerme a escribir. Cuando empiezo a escribir, es como si no lo hubiera hecho nunca. Como si no tuviese ese registro de lo que ya escribí. Entonces la poesía me da una música, un clima que me permite iniciar. Agarro cualquier libro de poesía y eso me permite entrar a narrar. Elijo determinadas poetas que me van abriendo a eso que una no sabe.

– ¿Hay imágenes que quedan condensadas en la poesía que después, a la hora de abordar un cuento, te sirvan como puntapié?
– Sin duda. Hay una imagen y por suerte hay un no saber sobre esa imagen, uno no sabe de qué va y te mandás. En el cuento “Por un instante” tenía la primera imagen de un tipo que está podando una Santa Rita y la mujer lo está mirando. Todo se condensaba ahí, no sé qué me pasaba después con eso, pero esa imagen me disparó el resto de la historia.

– A su vez, además de imágenes, hay temáticas muy fuertes, como en el cuento “La denuncia”. ¿Cómo fue incluir esa sensación de culpa de las mujeres por ser víctimas de violencia de género?
– “La denuncia” es un cuento diferente dentro de “Cáscara negra” pero sin embargo tiene que ver. En todos los cuentos, pensé que había una cáscara de protección que se rompía, que se resquebrajaba y entraba el caos. De hecho, me parece que está mucho más velado en “Paulina” pero hay algo de la distancia con el otro que se vulnera. Puede ser una infancia, puede ser un lugar, pero me parece que tiene que ver con un límite, con un borde que se cruza. Se cruza de manera más explícita en la denuncia, pero hay algo en todos donde la ley se rompe y queda algo expuesto al caos y al desamparo. Me gusta más cuando esto aparece velado, pero en “La denuncia” necesité escribirlo, está más dicho aunque ella lo silenció.

– ¿Tiene que ver con que la denuncia de por sí es explícita, cruda y concreta?
– Sí. Y muy expuesta y riesgosa. La denuncia te implica, te compromete y hay que ver qué es lo que uno busca al denunciar.

Escribir tambin es hacer testimonio de un mundo Foto Catalina Bartolom
“Escribir también es hacer testimonio de un mundo” / Foto: Catalina Bartolomé.

– Planteás esta idea de cáscara rota, pero también aparece en los cuentos la idea de regeneramiento.
– En “Murales” aparece algo muy reparador, que es hacer algo con una herencia. Heredar siempre es un acto creativo, entonces la protagonista hace algo con esa herencia, la transforma y hay algo muy reparatorio. Por momentos estás donde la cáscara se rompe y todavía no ves qué es lo que va a venir. En ese sentido, quizás sean cuentos donde los personajes están en el punto de quiebre de esa cáscara y todavía no se vislumbra cuál va a ser la cáscara que se va a regenerar.

– En la Denuncia también aparece una canción de Marilyn Manson, que recibió denuncias por abuso sexual. ¿Cómo apareció la música en ese cuento?
– Es una música que escuché ese día, no sé si la había puesto o ya estaba. Me apareció mientras escribía. Hay mucho que escribe el inconsciente. Uno escribe con sus fantasmas, con sus miedos y con su propio inconsciente y ahí vas uniendo y formando una trama. Así apareció la canción. La vinculación con lo social es algo que habilitó el texto. Nunca estuvo conscientemente en mi intención pero sí permite que otro entre y se lea desde ahí. Es tu lectura de tu denuncia.

– En “Cáscara negra” se incendia un bosque, ¿hay una reflexión ambiental sobre los incendios y el cuidado del ambiente?
– Definitivamente no. “Cáscara negra” lo escribo con la computadora en una mano y una rama apagando un fuego en la otra. No tuve ni distancia, lo escribo desde un lugar de mucho enojo, de mucho dolor. Quizás no sea el mejor cuento, porque uno piensa que hay una intención pero no hay una intención. Me surge de una experiencia muy cercana. Tomo ese título que me sirve para todo el resto. La visión del mundo se desprende después del cuento. Volviendo a “La denuncia”, no puedo escribir un cuento como denuncia porque me parece que la narrativa va por otro lado. Si se desprende de eso una denuncia, es a posteriori. Si yo no hubiera tenido una rama apagando el fuego, ese cuento no lo habría escrito.

– Claro, el cuento entra en relación con lo social según las lecturas.
– Estoy en la sociedad, ocurren estas cosas, pero no está como intención. No podría escribir sobre algo que no me suceda a nivel interno, que no me reverbere dentro.

– ¿Cómo se relaciona “Murales” con las nuevas formas de comunicarse por redes sociales?
– En “Murales” hay algo que de repente irrumpe desde las redes que te descoloca. Cuenta un encuentro que sin las redes no hubiera sucedido nunca. Hay algo en las redes que permite que haya cosas que se disparen para otro lado y suceda un extravío. De hecho, como lo escribí hace un montón, era Facebook. Y alguien me dijo “No, cambiala a Instagram”. “¿Y cómo es? ¿Te siguen o te piden amistad?” Era un saber que le preguntaba a mis hijos cómo escribirlo. Pero me voy aggiornando.

– ¿De alguna manera la contemporaneidad va dejando huella en lo que escribís?
– En algún punto, uno siempre es testigo de un mundo cuando escribe. Y ese es el mundo donde también se incluye el mundo de lo social. Sí, escribir también es hacer testimonio de un mundo.


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